El símbolo en profundidad
La Flor de la vida es un símbolo ancestral al que muchas culturas han hecho referencia. De hecho es la geometría más antigua que podemos encontrar, grabada en la piedra del Templo de Osiris en Egipto.
Representa lo que en términos modernos entenderíamos como la geometría del espacio-tiempo; es decir el patrón de crecimiento o la geometría en que se basa la vida y con ella, todo cuanto acontece en el Universo.
Este símbolo puede contemplarse como si fuera una unión de pétalos que crecen geométricamente, como si fuera una flor cuyos pétalos u hojas se disponen siempre de forma perfecta y equilibrada.
Representa la geometría de la vida, una vida que comienza en el mundo vegetal y que, posteriormente se extiende a la existencia animal.
Y es que el mundo vegetal y el mundo animal parecen muy alejados, pero guardan entre ellos unas semejanzas más que evidentes, que nos hablan de un mismo origen o punto de partida. Por eso son tan beneficiosas las propiedades de las plantas, porque nos basamos en los mismos principios.
Las plantas se organizan lógicamente, sus flores y ramas crecen respetando una distancia entre ellas. Esta distancia medida en forma de ángulo está basada en lo que conocemos como “proporción áurea”, una relación perfecta que siguen las plantas y les permite maximizar la captación de luz solar. Esta misma proporción se encuentra presente en nuestros cuerpos y hasta en nuestras neuronas, como se ha descubierto. De hecho es la misma proporción que podemos encontrar en las galaxias o en las espirales que dibujan. De una forma muy sutil pero potente compartimos las mismas relaciones en el crecimiento.
Este símbolo también nos habla del equilibrio, del crecimiento y de una especie de orden implicado que se encuentra presente en todo el Universo, una especie de símbolo geométrico que hace referencia a la unidad, a la conexión entre lo grande y lo pequeño.
La Flor de la Vida en el mundo
Este símbolo es descrito como la «geometría sagrada», La Flor de la Vida va más allá de ser una simple alegoría a alguna especie de divinidad representante del conocimiento. Este símbolo se encuentra representado en antiguas civilizaciones, como el templo de Osiris en Egipto o a las puertas de la Ciudad Prohibida en China, justamente debajo de las garras del león que custodia la puerta.
Una de las principales características del símbolo es su composición hexagonal, es la misma que utilizan las abejas, por ejemplo, en sus construcciones. Una celda de abeja es una maravilla de la naturaleza, no es casualidad que su forma geométrica sea la forma más eficiente a nivel energético de almacenar la miel, su producto. Esto se debe a que maximiza la cantidad que puede contener utilizando la mínima cantidad de recursos. Un simple panal de miel parece seguir una regla universal, y es que la naturaleza tiende siempre a la máxima eficiencia.
Los colores siguen esta misma composición bi-triangular o hexagonal. Y estos patrones están presentes en el mundo matemático, la física, la música, etc. Las relaciones son sorprendentes. No sólo esta geometría está presente en el mundo de los números, que representan la lógica racional tan adaptada a nuestra forma de pensar. También lo está en la geometría de los quarks, los “ladrillos” constituyentes de toda la matería conocida. A un nivel más sensitivo apreciamos sus formas en la naturaleza, sentimos la armonía de las relaciones numéricas, captamos los colores en una gran gama de tonalidades.
No es extraño, por tanto, pensar que para muchos “La Flor de la Vida” sea realmente la geometría del espacio-tiempo. La forma de una Flor, para nosotros, el símbolo perfecto.
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